RECUERDO QUE...

 


MADRECITA DEL ALMA QUERIDA... cantaba Antonio Machín y toda España lo escuchaba gracias a la radio.  A la dura década de los cincuenta aún le quedaban unos años para dar paso a la prometedora de los sesenta. Mientras, aquel chaval que se defendía bastante bien en lectura y caligrafía, confeccionaba a  escondidas el dibujo que pensaba regalar a su madre por aquel 8 de diciembre, que era cuando se celebraba entonces "El día de la Madre".  Tendría yo unos 6 años de edad y, emocionado, guardé cuidadosamente en un sobre aquella copia del dibujo de la página 50 de "El Parvulito" hasta que llegó el momento de entregársela.  Muchos años después, me sigue pareciendo el regalo más auténtico, sentido y sincero que le hice hasta que se marchó aquella triste tarde de junio de 1997.  A mi madre, donde quiera que esté.        www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 

MOCOS EN EL ESCAPARATE - En aquel tiempo, solía decirse que había dos tipos de escaparates o vidrieras donde los críos de familia humilde se dejaban los mocos soñando tras el cristal.  Unos eran, durante todo el año, los de las pastelerías más céntricas y lujosas.  Otros, en los días navideños, los de las tiendas de venta de juguetes.  Si algunos pasteles y tartas eran para muchas familias un artículo de lujo, limitándose al consumo de magdalenas, bollos, brevas, palmeras, cucharadas o suelas, lo mismo ocurría con ciertas cosas expuestas en las jugueterías, donde no hacía falta saber leer el precio para deducir que podían ser prohibitivas para algunas familias humildes como la mía.  Nunca me tuvo que explicar nadie que mi carta a los Reyes Magos debía ser escrita con prudencia.  Actuando así, "ellos" nunca me defraudaron.  No me trajeron un tren eléctrico de aquellos con largas vías y varias estaciones, pero sí uno de cuerda que me llenó de alegría y satisfacción y con el que disfruté lo máximo que podía hacerlo un niño en aquellos años.                    www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


EN LA CAMA CON ANGINAS -Quienes vivieran su infancia en aquellos fríos inviernos de finales de los cincuenta, principio de los sesenta, recordarán sus convalecientes días de estar en cama con anginas  y con el único entretenimiento de viejos tebeos que releer una y otra vez con el sonido de la vieja radio y sus populares programas de cuentos y canciones dedicadas.  Además, estaba el cariño de nuestra madre que nosotros sabíamos explotar al máximo poniendo cara de enfermo incurable que, para poder tragar sin dolor, precisaba de un apetitoso y tierno flan o unas jugosas y deliciosas natillas.  Sin embargo, algo alteraba aquellas cortas vacaciones que nos hacía estar todo el día pendientes del reloj y del sonido del picaporte.  Si el dolor de garganta iba acompañado de fiebre, nuestro médico de cabecera podía habernos recetado las temidas inyecciones y, eso, acompañado del escalofriante ritual que suponía la esterilización del material (jeringas de cristal y agujas), nos producía un canguelo difícil de superar.  Aquel ruido de frío metal y alcohol que, de repente, pasaba a hervir por el calor de las llamas, ocasionaba que en más de una ocasión, el enfermo saliera corriendo.  Ya podía tener el practicante -entonces se les llamaba así- el aspecto de un hombre bonachón que, en aquel momento, nos parecía al Boris Karloff de la fotografía.  Después, una vez el antibiótico había penetrado en el músculo, nos quedaba un dolor que nos parecía superior al de la garganta  pero, en ese mismo momento, de la cocina salía un apetitoso olor que nos hacía olvidar cualquier tipo de mal.  Era el flan que nuestra madre o abuela nos estaban preparando.  En aquel tiempo, un flan era un flan.  Algo especial y exquisito que no se comía cualquier día en la casa de un niño de familia humilde como la mía y, como la de tantos.            www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


LA HORA DE LA MERIENDA solía coincidir con la salida del colegio.  Dentro de un hogar humilde como el mío, no se preguntaba al ñiño qué le apetecía.  Simplemente se merendaba... lo que había.  Cualquier cosa era bien recibida y, muchas veces, lo más económico resultaba ser lo más apetitoso y saludable. 

 

 

 

 

 

GUSANOS DE SEDA - Mi relación con los gusanos de seda comenzaba a finales del invierno con la reserva de la caja de zapatos o alpargatas más nueva que tuviera para, en la primavera, agenciarme 2 ó 3 parejas de gusanos y albergarlos en ella.   Mi madre los compraba a un chico que solía ponerse en los antiguos porches que formaban la confluencia de las desaparecidas calles de Cerdán y Escuelas Pías, es decir, en la Plaza de Lanuza, a las puertas del Mercado Central de Zaragoza.  Tenía preferencia por aquellos blancos con rayas negras.  El mayor inconveniente era alimentarlos.  Solo se alimentan de hojas de morera fresca y había que tomarla directamente de los árboles.  Como nunca tuve dotes de escalador, tenía que buscar algún chico que también criase gusanos y me facilitara alguna de estas hojas a cambio de algún tebeo.  Todo merecía la pena por comprobar el misterio de la vida dentro de una caja de zapatos.     www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


MI ESCUELA - En el barrio de Torrero (Zaragoza) se encontraba esta parcela en planta baja destinada a colegio.  Su nombre era "El Ángel de la Guarda", siendo su directora doña Elvira Báguena Sánchez.  Años más tarde, esta señora contrajo matrimonio con don Daniel Barlés Lacasta y, juntos, lograron que aquella humilde escuela se convirtiese en todo un colegio que impartió enseñanza y educación hasta el curso 1995-1996.  A todos aquellos ex alumnos que quieran ver más imágenes y recuerdos de aquellos días, les recomiendo entrar en el apartado especial dedicado a este colegio que encontrarán dentro de la sección "Zaragoza en la memoria" de esta página web:  www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


MATERIAL ESCOLAR - Recuerdos de mi colegio.  Como puede verse, yo fui uno de tantos niños españoles que aprendieron a leer con la Cartilla Rayas, El Catón y El Parvulito.  Para escribir, nos sirvieron los populares Cuadernos Rubio y, después, estudiamos con la Enciclopedia Álvarez.          

 

 

 

 

 


OTRO MATERIAL ESCOLAR - Podía estrenarse a la vuelta a la escuela tras las vacaciones de Navidad.  La llegada de los Reyes Magos solía dejarnos cosas como estas.  La clásica cartera de cuero, la siempre util y bien recibida caja de pinturas Alpino, el plumier de madera y, más tarde, el estuche de cremallera.
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NUNCA TUVE UNOS ZAPATOS "GORILA", aunque me gustaban.  Comparados con otros, debían ser algo caros para la ajustada economía de mi casa y temporada tras temporada mi pie fue creciendo sin que llegase a estrenar unos "Gorila" de aquellos con cuya compra te regalaban una pequeña pelota maciza de color verde que botaba poco y que lo mismo utilizaban los críos para jugar a cualquier cosa que para hacer una gamberrada, como romper un cristal o pegarle un pelotazo a alguien.  Era irrompible tal y como se anunciaban los propios zapatos de suelas fabricadas con goma vulcanizada.  Aquello de goma vulcanizada sonaba entonces como a material procedente de otro planeta de inteligencia superior al nuestro, así que entre eso y la pelota, era lógico que cualquier niño de los cincuenta, como era yo, aspirara a que le compraran algún año su correspondiente par de zapatos.   www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


PRIMERAS LECTURAS - Libros como estos se convertían de la noche a la mañana en el siguiente paso hacia la lectura tras varios años en compañía de tebeos.   Los primeros de ellos me llegaron de la mano de un hermano de mi abuela que trabajaba en Editorial Molino (Barcelona).                        www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 

Mi querido tranvía de la Línea 5 de Zaragoza que cubría el trayecto Venecia-Delicias.  ¿Cuántas veces partí de aquí mismo (Plaza de las Canteras, en mi barrio de Torrero) con destino al barrio de Delicias, donde vivían mis abuelos paternos, a la academia nocturna o algún cine del centro de la ciudad?  ¿Cómo olvidar también la primera vez que llevé a mi novia (hoy mi mujer) a conocer a mis padres?   Fotografía: Gentileza de José María Valero Suárez para "El desván de Rafael Castillejo".


 

 

 

 

Aquellos días de verano, en el pueblo de mi abuela Rosa

 

Aquellos días de verano en Villarroya de la Sierra, pueblo de mi abuela Rosa. Recuerdo que mi primera pregunta al llegar era si bajaba agua por el pequeño río, para acompañar a mi abuela y mi tía a fregar y lavar allí, en lugar de al lavadero público. De esa manera, podía ver los animalillos que vivían en sus aguas.    www.rafaelcastillejo.com

 

 

 



HISTORIA DE MANZANILLA

- Aquellos días de junio -

Rafael Castillejo

 

Todo comenzó el 16 de junio del año 1997 en la octava planta del Hospital Infantil de Zaragoza, donde se encuentra la Unidad de Enfermos Oncológicos. La vida de mi madre se consumía por culpa de esa terrible enfermedad que tanto pavor nos causa aunque nos hablen de los grandes adelantos y progresos que se vienen haciendo para combatirla.

Caía la tarde cuando acababa de pedir a una enfermera una manzanilla para limpiar los ojos de mi madre que presentaban un color amarillo verdoso. Salí un momento de la habitación cuando, a pocos metros de la misma, escuché el canto de un periquito procedente de una ventana del pasillo. Parecía muy joven, quizá nacido esa misma primavera. Su color era amarillo verdoso, el mismo que como antes decía presentaban los ojos de mi madre. Igual podía haberse escapado de la pajarera que hay en La Rosaleda del Parque Primo de Rivera que de cualquier piso cercano. Lo cierto es que, para llegar hasta aquella ventana tan alta y en una tarde de tanto calor, tenía que haberse dado una auténtica paliza. Me acerqué con cuidado diciéndole alguna cosilla y cuando mi mano estuvo a poco más de veinte centímetros de él, realicé un movimiento rápido y pude atraparlo. Me preocupaba tuviera demasiada sed y hambre, pues era imposible saber el tiempo que llevaba perdido. Una pequeña ave de estas características, de no encontrar alguien que le ayude, puede fallecer a las pocas horas victima de cualquier depredador o de sus propias necesidades.

La manzanilla que había solicitado para limpiar los ojos de mi madre había llegado ya y me encontraba esperando a que se enfriase un poco. Poco antes, acababa de contar a las enfermeras la llegada del periquito y les había pedido una caja de cartón para llevármelo. Fueron unos minutos de mucho trajín. Llamé por teléfono a casa para advertir de mi llegada con el nuevo amigo. Mi mujer y mis hijos procuraron encontrar una pajarería todavía abierta donde comprar una jaula y comida. En una palabra, que en unos días tan tristes, nos había llegado algo alegre y, casi sin darnos cuenta, nos encontrábamos con una pequeña y nueva ilusión.

A todo esto, cuando aquella infusión presentaba la temperatura ideal, me dispuse a limpiar los ojos de mi madre y, al mismo tiempo, le iba contando mi "encuentro" con el periquito. Mi madre sonrió con las pocas fuerzas que le quedaban y le dije que, ya que había llegado en aquel preciso momento, le podíamos poner de nombre... "Manzanilla". Justo a los tres días, mi madre falleció. Así, conocí el día más triste de mi vida y es algo que a veces creo que todavía no he superado.

De aquel verano no recuerdo si pasé mucho o poco calor. Estuve tres meses sin apenas salir a la calle, porque no me apetecía y porque quise dedicar un luto especial a la persona que tanto quise y me quiso. Mientras tanto, "Manzanilla" se instaló en nuestra casa y más que una mascota, yo siempre vi en él algo así como la prolongación de la vida de mi madre.

Soy de los que piensan que nadie muere del todo mientras haya alguien que cada día se acuerde de la persona fallecida, por lo que la presencia de "Manzanilla" hacía que esa idea se fortaleciese mucho más. Mi mujer y mis hijos, conociéndome como me conocen, supieron también que llegaría un día en que todo aquello me produciría volver a sufrir de nuevo el triste mes de junio de 1997, el día que "Manzanilla" se fuera para siempre.

Quiso de nuevo ¿el destino? que Manzanilla enfermara precisamente en un mes de junio. Tras vanos intentos de curación, murió la madrugada del día 22 de ese mes, justo siete años y tres días después de fallecer mi madre. Si como decía antes, los que tan bien me conocen sabían que cuando llegara ese momento me iba a afectar muy especialmente, no podían suponer que fuese tanto. Ese entrañable "pequeñajo" me recordó a mi madre cada día durante los años que estuvo con nosotros. Me la recordó igualmente cuando enfermó y, sobre todo, cuando murió. Por eso, cuando lo enterré, lo hice a los pies del columbario donde reposan las cenizas de Rafaela, mi querida madre. Manzanilla nunca fue un periquito de esos parlanchines y amaestrados, ni falta que le hizo. Sabía que nos había conquistado el día que llegó a nosotros. Siempre agradecimos que de tantas familias en Zaragoza, eligiera la nuestra, precisamente en unos días en que tanta falta nos hacía recuperar la sonrisa.

 

RAFAEL CASTILLEJO MURILLO - Año 2004                               -                              www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 

 


EL REPARTIDOR DE HIELO comenzaba su trabajo muy temprano, antes de que el calor se bebiera por el camino su mercancía.  Las neveras no eran nada en verano si no se le introducía un bloque de hielo cuyo tamaño variaba según el precio que el cliente hubiese acordado con el distribuidor.  Tanto madrugaba el hombre que, para no despertar a los destinatarios solía dejarles el producto en la puerta sin llamar al picaporte.  La mayoría, se preocupaba de estar atenta para que no se derritiera una sola gota pero, algunas veces, el poco madrugador podía encontrarse con un charco de agua.  No siempre la causa era la alta temperatura.  Algunos mozalbetes que "pasaban por allí" solían rebajar el bloque con una piedra para llevarse el hielo a la boca a forma de helado.  Un helado de niños pobres.  Un helado de agua y, por lo tanto, incoloro, inodoro e insípido.  De ahí puede venir aquello de "algo es algo, y comía hielo".
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AQUEL GAZPACHO - Mi padre era natural de Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), y hacía un gazpacho con pocos ingredientes pero que, para mí, era el mejor del mundo.  Ajo, vinagre, aceite de oliva, pan duro y sal, se unían en aquel viejo almirez al ritmo que marcaba aquel andaluz que se había visto a emigrar a finales de la década de los cuarenta en busca de trabajo.  En Zaragoza lo encontró y, poco más tarde, conoció a mi madre.  Gracias a todas estas coincidencias vine al mundo para poder conocer a los mejores padres que un niño podía tener.   Volviendo con el gazpacho, su color era blanco  y muy parecido a lo que se conoce como "ajoblanco" en muchos lugares del sur de España.   Algunos dicen que eso, no es gazpacho.  Para mí, como decía al principio, no hay otro mejor.    www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


VESTIDO DE DOMINGO más que nunca, que para eso era "Domingo de Ramos", y con la palma que mi madre me compró -de los caramelos se ocupó mi abuela- ella los llamaba confites, la cosa es que aquella mañana salí a la calle más tieso que un ajo y más feliz que nunca.  Además, ese año iba camino de cumplir los 5, una cifra que, por rotunda, me parecía inalcanzable.  Días antes había escuchado que los "chicos malos" del barrio solían dar bruscos tirones a los adornos de las palmas, sobre todo, cuando eran comestibles.  Incluso que los más listos iban provistos de una fina hoja de afeitar con la que cortaban el hilo que sujetaba el confite mientras la familia del niño bien peinado miraba la procesión.  Nunca supe si los rumores eran ciertos porque nunca presencié casos así ni me pasó nada que lamentar.  Hoy, no queda más que el recuerdo de una fiesta que yo esperaba con parecida ilusión a otras donde el significado religioso parecía no molestar a nadie y lo que realmente importaba era disfrutar con algo que me sacara de la rutina de la escuela.  Para ilustrar la ocasión, no he encontrado nada mejor que esta bonita viñeta de la popular "Familia Ulises" dibujada por el genial Benejam para la revista "TBO". 
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LOS HELADOS, CUANDO SOLO ERAN PARA EL VERANO - Recuerdo aquellas tórridas e interminables tardes de mi niñez cuando aquel vendedor ambulante recorría mi barrio al grito de: ¡Mantecado heladoooooo!  En la década de los cincuenta, yo tenía muy claro que el aquel delicioso y frío producto me correspondía el domingo antes de entrar con mis padres al cine.  Eso, si hacía mucho calor.  En caso contrario, mi madre decía que no era conveniente porque podía afectarme a la garganta.  Es una causa más para que, a esa edad, nos encantara el calor.  Ya lo veis, toda la semana soñando con mi corte de nata para que todo se fuera al garete por culpa de una tormenta que levantara el viento y refrescase el ambiente.  Ese corte de nata siempre fue mi helado preferido.  En Zaragoza, algunos lo llamaban "frisel".  Estaban, por supuesto, los clásicos cucuruchos, los taquitos... que algunos llamaban "quesitos", las tarrinas o vasitos, los polos y, poco más.  El tamaño de la mayor parte de estas especialidades dependía del precio.  Eso ocurría sobre todo con los cortes y cucuruchos.  Uno de dos pesetas tenía doble tamaño que el de una, algo que sabíamos antes de aprender a sumar y restar.  Los sabores a elegir eran pocos pero suficientes (nata, fresa, chocolate, vainilla y tutti-frutti).  Ahora, los hay de todo.  Eran tiempos en que la duración del helado eran minutos de absoluta felicidad.  Mientras se degustaba, se olvidaban los problemas cotidianos.  En aquella época, como decía al principio, era un postre de verano.  Ahora, se consume en cualquier época del año.  Por eso precisamente, los niños de ahora no pueden valorarlo como muchos de nosotros.                www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


EL PRIMER FRIGORÍFICO entró en mi casa en la primavera de 1964.  Fue otro gran acontecimiento.  Por fin, no iba a faltar el agua fresca en el caluroso verano que estaba a punto de llegar.  También podríamos conservar en buen estado los alimentos y reservar con tiempo la gaseosa de la comida sin tener que ir a comprarla poco antes de sentarse a la mesa.       www.rafaelcastillejo.com  

 

 

 

 

 

Recuerdo aquellos veranos de mi infancia llenos de moscas. Las mismas moscas que acompañaron la infancia y adolescencia de Antonio Machado, años más tarde siguieron llenando el viejo salón familiar, las claras tardes de estío en que empezamos a soñar. Pero, dejando a un lado el bello poema que el poeta nos legó, a veces me pregunto cómo soportaríamos hoy aquellas pobladas nubes de diminutos aviadores que amenazaban continuamente con posarse en las heridas de nuestras rodillas o sobre la cabeza de nuestros abuelos cuando se quedaban dormidos después de comer. Sin embargo, su principal causa era la cantidad de animales de corral que vivía con nosotros en barrios y pueblos y, eso, también llevaba consigo que la carne y huevos que comíamos era de una gran calidad, al contrario que ahora, que no sabemos bien lo que nos llevamos a la boca. Nunca pensé que iba a buscar el lado positivo de las moscas pero, a propósito del cuadro fotográfico que he montado con insecticidas de aquellos tiempos, algo tenía que escribir ¿no os parece? Y, ¿a usted…? ¿qué recuerdos le traen aquellas moscas?   www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


Recuerdo aquellos jabones caseros (de tajo) que se hacían con grasas animales.  Últimamente, se están volviendo a usar y se hacen mezclando aceite con sosa y agua.  Dicen que lo más parecido a esto era el jabón de la marca "Lagarto".  He comprobado que son capaces de quitar manchas cuando los productos modernos han fracasado.  Resumiendo, que en cualquier tiempo pasado el jabón fue mejor.  Olería peor, pero limpiaba más y seguro perjudicaba menos el medio ambiente.        www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 

Aunque hoy en día se hagan bromas con los recuerdos de este papel, hay que reconocer su enorme popularidad que hace que se cotice bien en el actual mercado del coleccionismo.   La verdadera historia del mismo es que, de la noche a la mañana, vino a sustituír en los retretes de la época al clásico gancho de alambre que portaba recortes de periódico lo mismo que, éste, había sustituido a hojas de vegetales o piedras.       www.rafaelcastillejo.com


 

 

 

 


AROMAS EN LA MEMORIA - La primera mujer que me regaló un frasco de colonia fue mi madre.  Ocurrió por mi 15 cumpleaños y, además, el perfume no venía solo.  Le acompañaba otro envase de loción para después del afeitado y ambos iban dentro de un estuche que a mí me pareció el más bonito del mundo.  "Varón Dandy" de la casa Parera, era la colonia para hombre más popular (no digo que la mejor) en aquel tiempo.  Para las chicas, supongo sería alguna de la gama de Myrurgia como esas que he insertado en la composición fotográfica de hoy.  Hasta entonces, cualquier agua de lavanda de aquella que vendían a granel en las sederías y pequeños comercios había sido el perfume con el que había crecido, tras el del jabón, naturalmente.    www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


VESTIR COMO DIOS MANDA - Eso decía mi abuela que había que hacer los domingos y fiestas de guardar.  Lo mas nuevo o lo último adquirido, la mayoría de las veces con motivo de una celebración, se reservaba para los días de fiesta.  En el caso de los más pequeños de la casa, iba pasando de hermano en hermano conforme iban creciendo, para lo cual era muy importante cuidar esos domingos o festivos la ropa para no deteriorarla.  Las madres y abuelas advertían a los críos que no debían esos días practicar los habituales juegos de calle, que para eso ya tenían el resto de días de la semana.  Para esos otros días se usaba la ropa de diario, que no era otra que la de los domingos cuando ya se había hecho vieja.  Yo, que no tuve hermanos, usé directamente para la escuela y la calle la ropa de domingo cuando ya se iba desgastando.  El domingo era... eso.  Un día de fiesta.       www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


EL FRAILE DEL TIEMPO - ¿QUÉ TIEMPO HARÁ MAÑANA?  El fraile te lo dirá. Su varita atentamente cada día observarás. Si a lo alto se encamina, tiempo seco encontrarás. Si hacia abajo se dirige, lluvia segura tendrás. Y mira bien su capucha, no te vayas a mojar. Siempre que pasaba a verlo a casa de una vecina me parecía mágico.  Me recordaba a Merlín, el mitológico mago de Camelot del que me había hablado  alguna vez mi abuelo.  Fueron muy populares en muchas casas en los años de mi infancia y anteriores.  Debemos el invento a Agapito Borrás, natural de Mataró y, en realidad, se trata de un higrómetro que mide la humedad gracias a un pelo de caballo, según algunos, o de mujer eslava y rubia, según otros.  Lo de la mujer rubia es porque dicen ser más sensible su cabello a los cambios de esa humedad que hace que varíe su largura y mueva su brazo.                     www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


CON DEVOLUCIÓN DEL CASCO - Así podía leerse en muchos establecimientos donde se vendía vino, bebidas gaseosas, sifones, etc.  Aquello quería decir simplemente que, al comprar una nueva gaseosa o sifón, se descontaría el precio del casco (envase) procedente de la adquisición anterior, lo cual en aquellos tiempos en que a las cosas se les daba el auténtico valor que tenían, era muy importante para la economía familiar.  De paso, se suprimía generar basura contribuyendo a lo que hoy se llama sostenibilidad del planeta.       www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


RECUERDOS DE CHOCOLATE - Al igual que ocurre con otros productos alimenticios, habrá algunos nombres que sonarán más que otros, dependiendo de la parte de España donde cada uno viviese.  En mi caso, recuerdo especialmente "Elgorriaga".  Aunque no traía cromos, recuerdo que era muy vendido en Zaragoza.  De muy niño, siempre recordaré "Batanga" porque con él coleccioné mi primer álbum.  Después, fabricado en mi tierra, "Chocolates Hueso" era uno de los preferidos por los chavales a la hora de llenar un álbum y conseguir por ello un regalo.      www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


NO TIRÉIS CHICLES AL SUELO...  Desde hace cientos de años, el hombre ha mascado distintas cosas, aunque la goma masticable con sabor dulce o mentolado conocida con el nombre de "chicle globo" haya que situarla en el año 1928 de la mano de Walter Diemer.  Anteriormente, se habían patentado y comercializado otros productos parecidos pero de resultados mucho menos suaves y... mucho más pegajosos.  ¿Quién de nosotros no ha consumido alguna de estas antiguas y populares marcas que muestro en el cuadro que he compuesto hoy?  Al chicle se le han atribuido numerosos beneficios para la salud y también algunos perjuicios pero, lo que no se podía prever, era el grave problema económico, estético e higiénico que iba a suponer el invento para las ciudades de los países más desarrollados por culpa de muchos consumidores incívicos, sucios, maleducados o... como queramos llamarles.  Incapaces estos sucios energúmenos de buscar una papelera o guardarlo en un papel, lo escupen allí donde les apetece sin ponerse a pensar en que con el dinero que los ayuntamientos tienen que gastar en su recogida y limpieza se podría dar de comer a muchas personas que lo están pasando mal.      www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


ACADEMIAS - En la década de los sesenta, era abundante y variada la oferta de academias que ofrecían a jóvenes de ambos sexos la posibilidad de acceder a puestos de trabajo mediante el aprendizaje de cursos especializados y dirigidos a actividades concretas.  Aunque la mayoría de ellas se encontraban ubicadas en el centro, las diferentes líneas de tranvía con que contaba entonces cualquier ciudad las acercaban a tu casa.  Tan sólo tenías que elegir el horario que te convenía.  A las diez de la noche terminaban las clases y, curiosamente, era a esa hora cuando más alumnos se veían salir de estos centros de enseñanza.  La causa era que muchos de estos estudiantes eran trabajadores que, simplemente, buscaban otro empleo mejor.  Puedo dar fe de que si el alumno se esforzaba lo suficiente, existían centros con la suficiente profesionalidad como para que lo que prometían se hiciera posible.  Los cursos más solicitados por chicos y chicas que por unas causas o por otras no iban a la Universidad, eran: Mecanografía, Taquigrafía, Secretariado, Cálculo Mercantil, Contabilidad, Corte y Confección... y, como antes decía, bastaba con tomarse la cosa en serio y tener un poco de suerte para hacerse con un trabajo fijo y, de calidad incluso.  Fuera, estaban esperándote oficinas de diferentes comercios, empresas, talleres, bancos, Correos, Telefónica, Administración Pública...  Nadie podía prever que, algunos  años más tarde, los inventos del hombre se iban a "merendar" el empleo hasta convertirlo en algo casi imposible para tantos jóvenes y... no tan jóvenes.       www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


De niño, me resultaba curiosa e inquietante la fisonomía de aquel mono.  Todo quedó aclarado cuando supe que, en realidad, se debía a que en lugar de en un primate, el autor de aquel dibujo se había inspirado en Charles Darwin, el célebre cienfífico que con su teoría de la evolución de las especies había causado tanta polémica en su tiempo.  Después, uno va encontrando muchas historias y anécdotas alrededor de la marca "Anís del Mono".  Con menos mimbres, se han escrito guiones cinematográficos.  Por ejemplo, esa botella adiamantada se comenzó a fabricar tras un viaje a París de Ramón Bosch.  Un frasquito de perfume con esas formas que adquirió para su esposa, dio lugar a un modelo de botella que, después, muchos imitaron.         www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


Todos recordamos cuando nuestros padres y abuelos nos decían aquello de: "Enviad una postal cuando lleguéis a la playa". Obedientes y cumplidores, lo primero que hacíamos nada más instalarnos en el hotel o apartamento era adquirir las postales de rigor, escribirlas a mano y buscar el correspondiente estanco para comprar el sello. Allí mismo preguntábamos dónde se encontraba el buzón más cercano y, si nuestra estancia en el lugar de veraneo era corta, podíamos regresar antes incluso de que llegase la vistosa y colorida postal. Qué cómodo nos resulta todo ahora pero cuántas bonitas costumbres y puestos de trabajo se han perdido con las nuevas tecnologías. Editoriales, tiendas, kioscos, carteros...               www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


La primera postal de amor que escribí, fue por encargo.  Andaba un chico de mi escuela trastornado por una compañera de curso pero su timidez le impedía decirle un simple "buenos días".  Entonces decidió que, yo, tan tímido entonces como él o... más, le escribiese una postal haciéndome pasar por el enamorado en cuestión. Según el mozo, al menos yo sacaba buenas notas en gramática y caligrafía (qué tiempos).  Así que, tras acordar su precio en 3 duros (15 pesetas) o su equivalencia en tebeos, yo mismo me encargué de comprar postal, sobre y sello a cuenta del chico y, tras ser aprobada por el "pretendiente" depositarla en el buzón más cercano.  Abreviaré la historia yendo directamente al final que consistió en la devolución del escrito por parte de la pretendida que le dijo al que se suponía que la había escrito que, ésa, no era ni su letra, ni su forma de expresarse.   En fin...                     www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


CHRISTMAS - Corren malos tiempos para las tarjetas de felicitación navideña.  Entre el correo electrónico y el "wassap", los dibujantes y fabricantes de los populares "christmas" se resienten cada año más y, aunque no creo que lleguen nunca a desaparecer, ni de lejos se aproximan sus ventas a las que llegaron a alcanzar en sus mejores años.  Por si fuera poco, la pertinaz crisis y el cuidado del medio ambiente tampoco ayudan nada.  Sin embargo, su recuerdo siempre me hará sentir la ilusión que suponía recibir algún sobre a mi nombre cuyo remitente era siempre un ser querido. www.rafaelcastillejo.com

 

 

 

 

 


El día 28 de febrero de 2002, la peseta fue retirada oficialmente de la circulación.  Durante 133 años había sido la moneda oficial en España.  ¿Quién de los que crecieron con ella no sigue calculando mentalmente con ella?   No voy a decir nada más.  Han ocurrido demasiadas cosas desde entonces.      www.rafaelcastillejo.com