Juramento de copla

EL DESVÁN / Rafael Castillejo
Publicado en el suplemento "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón


            Qué manera de jurar, tan pasional como bella, cuando cantaba Juanita Reina, con letra de Rafael de León: “Eres mi vida y mi muerte, te lo juro compañero, no debía de quererte, y sin embargo, te quiero”.

            Semejante maravilla, acompañada por la música del maestro Quiroga, sonaba tan sublime que no le importó a doña Concha, entonces aún Conchita (Piquer), grabarla después de Juana, con lo que ella era.

            Aquello ocurría unos años más tarde de que el mundo se sobrecogiera viendo cómo Vivien Leigh (Escarlata O’Hara), puño en alto, exclamase que ponía a Dios por testigo de que jamás volvería a pasar hambre. En aquella ocasión fue Max Steiner quien, con una magnífica partitura musical, acompañó el juramento que suponía aquel apoteósico momento de ‘Lo que el viento se llevó’.

            Y, así, entre películas y letras de arias, romanzas, cuplés, coplas, tangos y boleros, muchos crecimos pensando que aquello de jurar era algo muy serio. Tan serio que, como creía yo entonces, podía un rayo acabar con la vida de aquel que se atreviera a jurar en vano.

            Poco tardaría en  venirse abajo mi inocente teoría sobre la justicia divina y humana.  Concretamente sucedió  con la llegada de la televisión a los hogares españoles y aquellos episodios de la serie Perry Mason nos mostraban, cada semana, cómo la gente mentía y se atrevía a jurar ante lo más sagrado sin temor ni respeto alguno.

            Un día le pregunté a mi abuelo el porqué de su comportamiento y me contestó de forma lógica: “porque si dijeran la verdad, no habría lugar a juicio alguno y, entonces, el señor Mason no tendría nada que hacer y cada capítulo de la serie duraría siete minutos.” Tenía razón el hombre, pero asistir a aquellos primeros juicios como espectador de televisión no me dejaban conforme.

            Más de cincuenta años después he superado aquello del rayo destinado al que jurase en vano, pero no he olvidado las maravillosas letras de Rafael de León y de tantos otros que hicieron posible tan bellas canciones. Por eso, a estas alturas, lo que más me molesta es que se jure de manera tan cutre como observamos a diario, sobre todo, por parte de algunos políticos.

            No pretendo que lo hagan con la pasión y el arte de Juana Reina o de Concha Piquer (sería como pedir peras a un olmo) pero, al menos, podrían olvidarse de un tal “imperativo legal” que estrenaron, nada menos que en 1989, tres diputados más familiarizados entonces con la extorsión que con las letras. Pero eso es ya otra historia.

 

Rafael Castillejo - Zaragoza, 13 de junio de 2019