El presentador

EL DESVÁN / Rafael Castillejo
Publicado en el suplemento "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón


           Tendría yo unos once años de edad cuando, por primera vez en mi vida, quedé entusiasmado escuchando a un presentador.  En realidad, aquel señor tan elegante que nos hablaba de la película que íbamos a ver a continuación, no era un presentador.  Era Cecil B. DeMille, director de «Los Diez Mandamientos».

            Tiempo después descubrí que el presentador por excelencia en aquellos años era Ed Sullivan, y su show de variedades el más visto de la televisión en los Estados Unidos.  No había un artista en el mundo que no aspirase a aparecer en un programa que, además de reconocimiento, ofrecía al artista el poder llegar a millones de espectadores en una sola noche.

            Con su estilo sobrio, no exento de cierta dosis de sentido del humor, y acompañado de un físico que recordaba su breve paso por el mundo del boxeo, aquel hombre estuvo al mando de «The Sullivan Show» desde 1948 hasta 1971.
 
            El estilo de Ed Sullivan tuvo muchos detractores, pero nadie le impidió que durante «23 años» presentara a los mejores artistas internacionales de la época.  Cualquier género tenía cabida en su programa.  Prueba de ello es que faltó poco para que coincidieran en el mismo plató Elvis Presley con Marisol, los Beatles con Carmen Sevilla o los Rolling Stones con María Callas y Dolores Vargas.    

            Mientras tanto, con paso lento, la televisión iba llegando a los hogares españoles y los programas de música y variedades se hacían con un espacio habitual en TVE.  En octubre de 1961 comenzó a emitirse «Los amigos del martes», que en su segunda temporada pasó a denominarse «Los amigos del lunes».  Como presentadores, aprovechando su veteranía como humoristas en la compañía teatral «Los Vieneses», contrataron a Franz Joham y Gustavo Re, los cuales también presentarían más tarde «Noche de estrellas» y «Noche del sábado».  Entre su dificultad con el idioma y el tipo de humor que solían utilizar, pude descubrir, cuando pasábamos a ver la tele a casa de la vecina, esa facilidad que tienen los adultos para quedarse dormidos delante de una pantalla. 

            Al fin, otro tipo de presentador llegó a nuestra televisión a finales de la segunda mitad de la década de los años sesenta.  Profesionales como Joaquín Prat y, sobre todo, como José María Íñigo (ambos desaparecidos), recordaron más el estilo de Ed Sullivan que el de Franz Joham y Gustavo Re.  Fue algo que agradecimos todos aquellos que pensamos que un presentador debe estar dotado de sentido del humor, pero que eso no significa tener que estar preocupado por hacer una gracia cada veinte segundos.

 

Rafael Castillejo - Zaragoza, 14 de febrero de 2019