El perrito de Xaudaró

EL DESVÁN / Rafael Castillejo
Publicado en el suplemento "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón


          Cualquier persona que busque en la Red un dibujo con el que acompañar un texto relacionado con un tema concreto podrá encontrar alguna viñeta firmada por J. Xaudaró.  En algún lugar  de la misma, hallará un perrito con hocico alargado y aspecto bonachón.  Si sigue buscando, puede que encuentre otros chistes o viñetas del mismo autor que, aunque traten temas dispares con distintos personajes, muestran al mismo perro.  Al final, llegará a la conclusión de que el simpático can es tan identificativo, o más, que la propia firma de este gran ilustrador, nacido en el año 1872 en Vigan, Filipinas, lugar en el que su padre, ingeniero militar, estaba destinado.

          Esas viñetas, en las cuales siempre aparece el perrito, corresponden a la última época de Joaquín Xaudaró en el diario ABC, época que va desde 1921 hasta poco antes de su fallecimiento, en 1933, cuando publicaba un chiste diario e incluso recibía cartas de sus seguidores preguntando el motivo por el que, alguna vez, observaban la ausencia del animal, lo cual podía deberse simplemente a un olvido o quizá a un intento baldío, por parte del autor, de despegarse del personaje canino.

            Lo curioso del caso es que, Joaquín Xaudaró, nunca tuvo perro ni demostró especial interés en hacerse con uno, pero desde el primer día en que decidió presentarlo en aquellos chistes diarios ya no pudo prescindir de él.

            No obstante, en el año 1915, ya nos había presentado a un perrito parecido en "Fantásticas aventuras de Tito y Tif", obra que Taula Ediciones se encargó de recuperar en una magnífica edición que fue presentada en la primavera de 2016 en Monzón (Huesca), localidad en la que Xaudaró pasó algunos momentos de su vida, por proceder de allí su mujer, Pura Cabrera.

            Aunque el popular perrito acaba de comerse casi toda esta columna, no puedo terminar sin recordar al joven Joaquín Xaudaró que, cuando se trasladó con su familia a España, con solo once años de edad, ya tenía decidido que quería ser pintor, contraviniendo los deseos de su progenitor de que siguiera, como sus hermanos, la carrera militar. 

            El acierto de tal decisión se pudo comprobar antes de finalizar el siglo XIX, cuando ya estaba considerado como uno de los ilustradores gráficos más solicitados por las mejores cabeceras de la época.

            Además de como pionero de la historieta, se le recordará también por haberlo sido de los dibujos animados.  Él fue uno de los fundadores de la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados) en 1932, un año antes de morir.

 

Rafael Castillejo - Zaragoza, 12 de abril de 2018