Cosas de provecho

EL DESVÁN / Rafael Castillejo
Publicado en el suplemento "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón


           

            Aquel año en el que un metepatas delató a mis padres, acusándolos de ser los Reyes Magos de Oriente, no cambiaron para mí las cosas tanto como pensé en el momento de recibir la desilusionante noticia.

            Los apuros económicos que desde crío había observado en mi casa me habían hecho ser siempre prudente a la hora de escribir la carta a sus majestades.  Aunque, como a cualquier niño de mi edad, me fascinaban aquellos grandes escaparates repletos de juguetes, algo me decía lo que podía ser adecuado y lo que no.

            Por eso, cuando aquel año fui por primera vez con mis padres a comprar mis regalos, haciendo caso a la recomendación de mi abuela me decidí por cosas de provecho, como ella solía decir.  Fue entonces cuando, con los cinco duros (veinticinco pesetas) que me había dado, me compré uno de aquellos atractivos libros de la Colección Historias.

            Al estar publicados por Editorial Bruguera, yo ya sabía de ellos por los anuncios que solían aparecer en las contraportadas de los tebeos de El Capitán Trueno y de El Jabato.  La gran editorial barcelonesa no daba puntada sin hilo.  La oferta de una publicación de aquellas características, en la que se alternaban páginas con texto y páginas con viñetas, era una auténtica tentación para los niños que devoraban tebeos cada semana y estaban a punto de dar el salto a otra clase de lectura algo menos infantil.

            Competidores directos de las aventuras de Guillermo Brown editadas por Editorial Molino, los libros de la Colección Historias se presentaban más fáciles de digerir para lectores muy jóvenes gracias a sus dibujos: 250 ilustraciones, podía leerse al pie de la tapa principal, en referencia al número de viñetas que se podían encontrar en su interior.  Todo esto más sus apasionantes textos adaptados de clásicos de la literatura juvenil convirtieron esta colección en una auténtica joya para Bruguera, que por aquel entonces batía récords con sus tebeos de humor y de aventuras.  A la vista de aquellos resultados, nada hacía prever que un día tendría que cerrar por distintos motivos, presentando al económico como el más grave de todos.

            Cuando aquel año me convertí en lector de la Colección Historias, ya se habían publicado casi cien números.  Aunque no pude hacerme con todos ellos, conseguí leer muchos gracias a un vecino, algo mayor que yo, que me los prestaba a cambio de nada.  A su modo, fue para mí otra especie de Rey Mago.  Muchas gracias, amigo.

 

Rafael Castillejo - Zaragoza, 17 de enero de 2019