MADRID.. MADRID

Por Ángel Farinós

Madrid en Primavera olía a nardos y violetas, y, todos los domingos, a pasteles, que se horneaban en los pequeños obradores de las pastelerías. También olía a calamares fritos, y algunas calles a gambas a la plancha .En verano olía a calor, y, por las noches a zarzaparrilla, horchata, y granizado de limón. Cuando llegué a Madrid no existía la COCA COLA, llegó más tarde, antes de la guerra sí había, pero luego, hasta bien entrados los años cincuenta, no volvió a beberse en España.

Todo era muy diferente de mi pueblo, había semáforos, aceras embaldosadas, calles adoquinadas, bocas de riego, alcantarillas, guardias con gorro blanco, como un orinal estirado, y con abrigo y polainas de cuero. En verano solo llevaban una guerrera blanca, pero el gorro tipo orinal era el mismo. Y paraban a los coches para que los ciegos cruzaran de una acera a otra.

Mi padre había obtenido la plaza de Portero de una casa importante de vecinos. Era mutilado de guerra, le faltaba el antebrazo izquierdo, pero tenía un muñón que le permitía doblar el codo. Decían que, para no ir al frente, se disparó un tiro en la mano izquierda y, claro, se la cortaron. De esto yo me enteré mucho más tarde. La casa tenía bastantes vecinos, muy diferentes, pero todos eran los Señores de Tal y de Cual.

Nosotros vivíamos en la vivienda de los porteros, como la casa era muy moderna, no estaba en la buhardilla, sino en el sótano. La casa tenía cubierta plana, y servía para tender la ropa al sol. También para sacudir las alfombras, con una especie de paletas ó raquetas de mimbre. Todos los años, antes de enrollarlas y guardarlas en verano con naftalina, se sacudían las alfombras para quitarles el polvo. Lo solían hacer las muchachas (casi todas las casas tenían muchachas de servicio, a las que también se llamaba "tatas", pero solo cuando ellas no estaban presentes). La terraza también servía para varear la lana de los colchones. Eso era una cosa muy curiosa.

En primavera solían venir a Madrid unos señores que se llamaban los colchoneros, iban con unas muy especiales alforjas al hombro. Las alforjas eran de tela de colchón, pues entonces las telas tenían un diseño acorde con su función. Había telas para sillones, o para tapizar, siempre era gorda y con flores, o de terciopelo. Había tela para manteles, que era más fina. Tela para trajes, para pantalones, y tela para colchones, que era siempre a rayas anchas, de dos o más colores, pero siempre había dos obligados: el blanco y el rojo, decían que así no se notaba las manchas de sangre. Por eso, a los chicos no nos extrañaba que a los del Atlético de Aviación, luego llamado Atlético de Madrid, se les llamara "los colchoneros", cuestión incomprensible hoy día, que no existe ningún colchón a rayas, y casi todos son blancos, por lo que sería más lógico, que hoy "los colchoneros" fueran los hinchas del Real Madrid.

La casa también tenía calefacción central de carbón, estaba en el Sótano. Mi padre la tenía que encender todos los días en invierno, pero, como era manco, no podía con el carbón, y le ayudaba mi madre de mala gana. Siempre había bronca con los vecinos, no querían más gastos, y por eso mi padre estaba mal visto. Parece ser que antes la casa tenía otro portero, que era muy eficaz, pero le debieron denunciar otros porteros de la misma calle, diciendo que había pertenecido a la CNT. Como era aragonés, no debieron buscar más evidencias. Los de la Policía Social se lo indicaron al Propietario, "el casero", y contrató a mi padre que era mutilado de guerra. El casero quedó de patriota echando al anterior portero.

Mi madre, a los vecinos que tenían hijos, les pedía ropa usada para mí. Y, claro, en esos años la ropa usada estaba gastada, pues, como mínimo, un abrigo, chaqueta o camisa, tenía labores de reparación estética y auténtico reciclaje. Se le daba la vuelta a la tela, se acortaban dobladillos raídos, se daba la vuelta a cuellos y puños de las camisas..., y no es que fueran reversibles. No. Lo que se hacía era descoserlos y volverlos a coser, pues el hilo era más barato que la tela. Los zapatos, bueno, los niños usábamos botas y los zapatos eran para los domingos y los días de salir. Las botas acababan con la suela desencajada, sin cordones...y los calcetines tenían más zurcidos que la tripa del caballo del picador.

Los vecinos tenían trajes de los niños de domingo, zapatos de los niños de domingo, jerséis de los niños de domingo, camisas de los niños de domingo..., que se quedaban pequeños, o muy pequeños, y por eso, yo, iba siempre vestido de domingo.

 

ÁNGEL FARINÓS. Extracto de su primera novela "Madrid…Madrid".