EL MUERMO

Por Andrés Hernández Pozo (Melilla)



   

 

O antes la gente comían menos o comían otras cosas, porque a decir verdad, aquel carro volquete pintado de gris oscuro, tirado por un insigne penco, no olía de la forma que ahora suele oler el tenebroso camión de la basura. Desde lo más remoto de mí cerebro, quiero recordar algunos olores característicos que aquel carro portaba tras de si, con un buen enjambre de moscas. Cosa que este de ahora no lleva, no por higiene, sino porque preveo que las moscas también tienen sus gustos. Olores de desperdicios que en
dos o tres barriles, iban a parar a los cerditos de la guarrera.

Cáscaras, restos de cocido, mendrugos, cosas que unidas solo mezclaban aromas y no producían espasmos a fantasmas o ensamblajes del abismo como hoy parece tener
ese mecanismo negro y rechinante, devorador de restos Como un enorme ogro sin ojos y sin dientes, el camión alemán de la basura parece esperar a que se acaben nuestros despojos para empezar a devorarnos a nosotros. Y es que antes las gentes comían otras cosas porque sus hambres eran distintas. Por eso, gritaba el basurero
y cada vecina sacaba su cubo. Al  aire libre, sin tapujos donde aparecían hermosos bodegones de cáscaras y botes. Más de una vez, aquel humilde carro, con su carrero
con gorra de plato y uniforme de blusón, me inspiro para transportarlo a las paginas de mi libreta escolar. Con una bandera española grande y destartalada, desde lo más
alto del volquete, con lápices de colores, cabalgaba por entre los relieves infinitos de  mis planas de deberes, recogiendo grandes cubos de muñecos rotos, trenes sin
cuerdas y algún barco sin mar... Aquello de entonces, también era basura, pero tenía poesía. Esto de hoy es un muermo. Sencillamente un muermo.

 

 

ANDRÉS HERNÁNDEZ POZO - MELILLA - Escritor, pintor, locutor de radio, publicista y presentador de TVM